El Triunfo.

Miguel Salgado Chinarro

«RESPICE POST TE, HOMINEM TE ESSE MEMENTO»

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 . El «Triunfo» era, en la Historia de Roma, el mayor espectáculo castrense y social que se celebraba en la capital del Imperio. En toda película de «romanos», o en la mayoría, siempre aparecen algunas escenas en las que el adalid (Pretor, Cónsul, Dictador, Emperador) entra en la ciudad y es recibido por el Pueblo y el Senado con todo bullicio y fastuosidad; pero, en realidad, ¿qué era un TRIUNFO?.
. El Triunfo (triumphus), en la República Romana, era un ritual con el que el Senado agraciaba al vencedor (vir triumphalis) contra un ejército extranjero, o bien, al líder que había conquistado un nuevo territorio para el Imperio. Durante la República estos honores estaban reservados para los mandos con capacidad para acaudillar un gran ejército: Pretor, Cónsul o Dictador; en la época imperial esta ceremonia era un privilegio destinado exclusivamente al Emperador.
. Para conseguir que el Senado otorgara un Triunfo, eran imprescindibles algunos requisitos: Ganar una batalla en la que el enemigo, al menos, tuviera 5.000 bajas. Los opositores debían ser extranjeros, las contiendas entre ciudadanos romanos (guerras civiles) no tenían validez. También podía ser, al anexionar una nueva provincia después de varias operaciones de éxito; una victoria parcial no suponía un Triunfo si se perdía la guerra o no se conseguía el objetivo previsto. El Comandante debía ser aclamado Imperator por sus soldados y oficiales. Con estos requerimientos, se enviaba una misiva al Senado; las legiones, con sus oficiales al frente, esperaban el veredicto fuera de la ciudad; casi la totalidad de estos soldados victoriosos serían jubilados con una buena bolsa de denarios y tierras para cultivar, este era el subsidio por los servicios prestados a Roma.Un triunfo romano.. . Como si de un juicio se tratara el Senado y el triunfador debatían todos los pormenores de la victoria, si eran ciertos o no, y si eran merecedores de conmemorar un evento de esta magnitud; también se analizaba el botín capturado al enemigo y lo que esto supondría para las arcas del Estado. El triumphator tenía derecho a un porcentaje del trofeo, riquezas que, en gran parte, utilizaba para sufragar los gastos del festejo y en generosos donativos repartidos entre los oficiales y la soldadesca. Tras la aprobación por parte de la Curia, se hacía una especie de plebiscito popular, por aclamación, para que los ciudadanos dieran su aprobación: «El Senado y el Pueblo de Roma».
. Una vez obtenido el beneplácito, la metrópoli se engalanaba por todo lo alto, se abrían las puertas de la ciudad y comenzaba la procesión: En primera línea desfilaban miembros de la Magistratura: cónsules, senadores, censores, pretores, cuestores…, con sus mejores túnicas; a continuación, los músicos: con tubas, bocinas, panderetas y platillos. La siguiente columna la formaban carros llenos con reliquias y tesoros expoliados al enemigo; también marchaban los líderes adversarios y sus familiares, encadenados y vestidos de manera humillante, en la mayoría de los casos, después del desfile eran ejecutados. Era costumbre, dependiendo del lugar donde se había producido la victoria, incorporar las insignias y armas de los derrotados, así, como pequeñas estatuas de sus dioses y animales exóticos: elefantes, leones… y sobre todo, en el desfile, bueyes y un toro blanco para el sacrificio en honor del Dios Júpiter.

Triunfo romano (dib. Roger Payne)

Triunfo romano (dib. Roger Payne)

. La siguiente comitiva la encabezaban los lictores con sus fasces coronadas de laurel, los portadores de estandartes de las legiones victoriosas, emblemas relativos a los signos del zodíaco y no podía faltar el águila con la leyenda SPQR, la enseña principal del ejército romano… y más músicos, y detrás, tirado por cuatro briosos caballos, un carro semicircular en el que viajaba el Imperator acompañado de un siervo que sostenía una corona de laurel sobre su cabeza, el esclavo era el encargado de susurrarle al oído cuando más gritaba la enaltecida plebe: «Respice post te, hominem te esse memento» («Mira hacia atrás, recuerda que sólo eres un hombre»). Posterior al carruaje, los hijos adultos del victorioso, si los tuviere, y los oficiales de más alta graduación. Por último, la bulliciosa y alegre infantería; todos desarmados (dentro de Roma sólo podían ir armados los pretorianos), en lugar de armas portaban ramas de olivo; legionarios que iban gritando: ¡lo triumpe! y algunas proclamas obscenas, ese día se permitían ciertas licencias: «Madres de Roma, guardad vuestras hijas, ha llegado el fornicador», «cuidad los culos, ya sea de chico o chica». Durante la gala, el triumphator con túnica roja bordada con oro, toga color púrpura y cara pintada de rojo, en honor al Dios Marte, era el hombre más poderoso del mundo.
. En tiempos de la República muchos fueron los Cónsules, Pretores y Dictadores que celebraron Triunfos; el más copioso fue el Dictador Cayo Julio César, que festejó cuatro. En la época imperial también hubo importantes conmemoraciones: Tito por la reconquista de Jerusalén, Trajano tras la incorporación de la Dacia, etc.; espectacular fue el Triunfo de Aureliano, exhibiendo al usurpador del Imperio Galo: Tétrico, y a la Reina del Imperio de Palmira: Zenobia. Pero en estos homenajes también hubo algún que otro abusador, comandantes de ejército que no cumplían todas las formalidades y compraban el apoyo de generales y senadores a base de sobornos. Durante el Imperio se dieron casos como el de Calígula, que se inventó la conquista de Britania, o el de Cómodo, que se apropió las victorias de su padre Marco Aurelio contra los germanos.

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©TruttaFario______El Arenal, XIX – VIII – MMXIII
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