Voces de antes.

written by Juana Cano Solana

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Juana Cano Solana

ESCENA DEL TÍO VITORIANO

  El Arenal, calles estrechas, el Barrio de Arriba y el Barrio de Abajo, que les separa su iglesia.

  Ronda el año 1945. En una calle empinada vive la tía Justina y el tío Vitoriano. Tienen seis hijos. A uno no se le ve con los ojos normales porque murió siendo todavía chico, pero debe rondar por la casa todavía.  Luego vendrán dos hembras más.

─Madre, ¿cuándo viene padre?

─Pues cuando se le acabe el contrato, que anda haciendo la presa de Pelayos, en San Martín de Valdeiglesias.

  ESCENA DEL COCIDO O LA CASA ESTÁHABITADA

  En la fuente. Dos mujeres se encuentran. Han ido a por agua con sus cántaros.

─Buenos días, Justina.

─Buenos días, Felisa.

─Estarás mejor en la nueva casa.

─Mujer, pues más espacio sí que tiene, que en la otra mi Alfonso tenía que dormir a los pies de nuestra cama. Pero vamos…

─No te veo muy contenta. ¿Tiene goteras? Pues yo, con la tormenta del otro día ya no tenía cacharros que poner en el sobrao.

─No, qué va mujer. Es que algo raro tiene esta casa. Te lo cuento si me juras por lo más sagrao que no se lo cuentas a nadie, ni a tu Vitoriano.

─¿Cómo se lo voy a contar? Si hace más de un mes que se fue de peón y todavía ni sé cuándo vuelve.

─Pues mira: Hará quince días que pongo el puchero a la lumbre y me voy a hacer unos recaos. Me entretuve en casa de la abuela que como sabes, me toca a mí este mes. Volvía con un resuello temiendo que se me hubiera quedao seco el cocido y encontrármelo quemao. Cuando entro en la cocina veo a una mujer destapando el puchero.  La digo: «Pero ¿qué hace usted aquí?  Esta no es su casa». La hablaba y no me contestaba. Me mira. Se da la vuelta. Entra en la sala. Yo voy detrás, pero la mujer desaparece.

─¡Anda ya mujer!

─Te digo que eso pasó.

─¡Pero bueno! ¿Se te quemaron los garbanzos o no?

─¡Que vá! Salieron divinos, cociditos cociditos. No te lo vas a creer pero alguien le había añadío agua caliente del otro puchero.

─Mira que tienes imaginación.

─Que no, que desde entonces me ha pasado otras cuantas veces.

─¡Pues ya querría yo una ayuda así!

  ESCENA  DE LA ABUELA ASCENSIÓN

  Niña de unos 10 años entrando en el portal.

─¡Abuela!

─Sube hija.

─Que me ha dicho mi madre que venga a acostarme con usted.

─Caliéntate bien los pies, mientras pongo el agua pa la botella.

….

  Las abuelas eran todas de negro por fuera y todas blancas por dentro cuando se desvestían para ir a dormir.

─Abuela, cuéntame un cuento.

─Arrima los pies a la botella pero no te escaldes.

Al despertar:

─¿Dónde vas abuela?

─A casa de tío Honorio, que llevo unas noches ensoñando con su mujer, tía Elisa en paz descanse, y me dice que le diga que tiene que decirle unas misas.

  ESCENA DE LA MORTAJA

  Dos niñas

─¡María!, ¡el Pulgo se ha muerto!

─Venga, nos colamos pa ver como le amortajan.

  ESCENA DE LAS FLORES PARA LAS CRUCES

Unas cuantas niñas al atardecer

─No tenemos bastantes flores para Las Cruces.

─¿Por qué no vamos al camposanto a por más?

  Las niñas se acercan hablando de sus propósitos, pero al pasar por debajo de la tapia del cementerio les empezaron a caer flores sobre sus cabezas. Pies para qué os quiero. Las niñas salen en desbandada.  Y unos hombres, los Herradores, que estaban cogiendo dentro del camposanto hierba para el burro se mueren de risa.

  ESCENA DE LOS MOJACULOS

  El arroyo de Pascual Domingo. Unas mujeres llegan con sus cestos llenos de ropa, lavan y charlan animadamente, unas más que otras. La tienden por las piedras para llevársela ya seca y doblada.

  Una mujer mira los juncos de las orillas ycómo las libélulas de colores se posan y hacen cimbrear las hojas verdes. Los bichillos levantan su abdomen y presumen de brillos.

…..

─¡Mira, mira lo que nos ha traío madre!

  Para cada uno de sus hijos, una libélula hermosa atada de un hilo.

  ESCENA DEL VESTIDO

  Una noche fría y ventosa de enero. Si el vestido se manchaba había que lavarlo porque solo se tenía uno y había que ir a la escuela bien aseadita. ¡Cómo sonaba el viento! El aire se metía por las cachavenas y movía las cortinas. Todo el mundo está ya en las alcobas, alrededor de la sala, bajo el montón de mantas. Las sábanas, de frías, parecen mojadas y uno no se mueve porque un milímetro más allá de tu cuerpo es territorio helado. El padre, cansado, ya ronca.

─Madalena, hija,  ¿has prendío bien el vestido de tu hermana  con el alfiler de llave como te dije?

─Sí, madre.

─Mira que hace mucho aire.

─Sí, madre.

  La chica reza, sabe que no lo ha prendido, pero hace mucho frío y tiene miedo de levantarse en una noche como esta.

─¡Ay animas benditas, que no se vuele el vestido de mi hermana!

….

─Madalena, mientras quito la ceniza para hace la lumbre, sube a por el vestido y después te vas a casa de tía Dorotea, que ya humea su chimenea, y que te prenda esta piña.

  El vestido no está en la cuerda. Madalena baja a la calle corriendo con el corazón agitado y lágrimas en los ojos. Mira por la calle arriba y por la calle abajo…, en el suelo no está.  Pero, ¿qué es aquello que hay en un agujero de la pared de la casilla?  ¿Quién lo ha metido ahí? ¿Las ánimas? ¿Un buen vecino madrugador? Da igual: Ha sido un milagro para Madalena.

  ESCENA DE LOS CUERVOS

  Un día de primavera, es por la tarde, ya empieza a refrescar. Unas niñas están en las eras, muy juntas unas de otras. Desde allí se ve la pared del camposanto y de vez en cuando miran nerviosas para allá.

─¿Y no sabéis nada más de miedo?

─Venga, cuenta lo que la pasó a esa muchacha.

Esa muchacha estaba guardando el agua por Los Cristos. Se quedó un poco adormilada y le despertaron unas voces. Tres  cuervos reunidos  en la rama de un castaño. Uno abrió el pico y dijo: «Lunes, martes, miércoles,… jueves, viernes, y sábado también…»  

»La muchacha estaba asustada pero el miedo le impedía moverse.

»Otro graznó: «Lunes, martes, miércoles,… jueves, viernes , y sábado también … »

»Pero cuando le tocó el turno al tercero…: «Lunes, martes, miércoles,… jueves, viernes,  y sábado también…», la muchacha no pudo evitar decir, aunque muy bajito: «Y domingo».

»Los cuervos cayeron al suelo y se convirtieron en tres brujas. La miran con ojos ardientes.

»A la muchacha el miedo le da alas. Salta por bancales, tropieza con  raíces. Las brujas están muy cerca.

»La muchacha ve su salvación: la ermita de la Virgen de los Remedios. Cierra la puerta. Echa el cerrojo. Desde dentro oye los gritos de rabia; no pueden entrar a un lugar santo.  Así, hasta que al primer rayo de sol salieron volando como cuervos.

─Sí, es verdad. Mi hermana también me  lo ha contao.

─Y todavía se ven las huellas de las uñas en el cerrojo.

─¡Vamos a verlo!

─¡Tonta la última!

  ESCENA DEL ENTIERRO

  Niñas hablando a la salida de la escuela por la tarde:

─¿Quedamos para ir el entierro?

  Sale de la iglesia el ataúd. Todo el pueblo acompaña. Los hombres se quitan el sombrero o la gorra a su paso. Las mujeres se persignan y se unen a la comitiva. Los niños y niñas del pueblo van también. Se quedarán hasta que cubran la caja de tierra y serán de los últimos en abandonar el lugar. Es un triste acontecimiento importante.

  Una niña esa noche tendrá un sueño. Se verá en su propio entierro. Cómo la llevan a hombros en su caja. La caja está abierta y ella puede ver a toda la gente que la acompaña. Ella está tranquila, nadie llora. Ella se dice: «Todo está bien. Si tengo que morir pues me muero».

  Esa niña era yo.

El Arenal, 22 de agosto de 2017

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