GALIENO, Publio Licinio Galieno Ignatio (Octubre – 253 * Marzo – 268)

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  La derrota que sufrieron los romanos en Edesa, Mesopotamia, (actual Sanliurfa, Turquía), en 260 contra los persas había dejado la zona oriental del Imperio en un estado lamentable. Sapor I, Rey del Imperio Sasánida, desde hacía más de una década estaba desmoronando los cimientos de Roma por Oriente. En 257, el soberano persa ya se había apoderado de Mesopotamia, Siria, Armenia y devastado Antioquía; el Emperador Valeriano, al mando de un poderoso ejército recuperó parte de las provincias romanas haciendo retroceder a los sasánidas hasta el Éufrates. A finales de 259, cuando las legiones se disponían para derrotar a Sapor en su propio terreno, a los romanos les sobrevino la desgracia, un brote de peste castigó severamente a la tropa, y para colmo, los godos habían hecho incursiones en Bitinia y Capadocia, con una nada despreciable flota, a través del Mar Negro.

  Valeriano, con intención de proteger a sus hombres de una masacre y acudir en ayuda de las guarniciones de Bitinia quiso negociar una retirada con Sapor I; el persa, consciente de la debilidad del enemigo, ejecutó a los mensajeros y marchó al encuentro de los romanos que se encontraban atrincherados tras las murallas de Edesa. En este caso, el Rey sasánida tuvo paciencia hasta que la peste y el hambre desmoralizaron a los romanos obligando al Emperador Valeriano, junto con un elevado número de oficiales, a entregarse. Hecho cautivo el príncipe, la tropa rindió las armas. Hay muy pocos datos de la Batalla de Edesa, pero es probable que el ejército romano, entre muertos y prisioneros, quedara reducido a menos de la mitad; al quedarse las diezmadas legiones sin un líder, proclamaron Emperador al jefe de la Guardia Pretoriana: al veterano Fulvio Macriano, aunque este nombramiento no tenía validez para el Senado, Roma ya gozaba de un soberano sancionado por la Curia: Publio Licinio Galieno, hijo de Valeriano y desde 253, asociado al Imperio.

Publius Licinius Egnatius Gallienus

Publius Licinius Egnatius Gallienus.

  Publio Licinio Galieno Ignatio nació en 218 (¿Roma?), y murió en Milán el 22 de Marzo de 268 asesinado por uno de sus soldados, seguramente, el esbirro de alguno de los pretendientes al trono imperial. Galieno era el hijo mayor del  Emperador Valeriano y de Egnatia Mariniana.

  No se tienen datos de la infancia y juventud de Galieno, es de suponer que tendría la educación tradicional de los nobles de la época, teniendo en cuenta, que descendía de una familia de rango senatorial. Por las reseñas extraídas de la Historia Augusta, se deduce que era un joven talentoso y un tanto inestable emocionalmente, amante del arte y la filosofía, buen orador y poeta; entre sus aficiones, cabe destacar la jardinería, la cocina y los clásicos griegos, sobre todo, Platón.

Julia Cornelia Salonina

  En 242 se casó con Cornelia Salonina, una aristócrata de origen griego, culta y bella, también amante de la filosofía platónica. Con esta agraciada matrona tuvo al menos tres hijos: Publio Cornelio Valeriano, Publio Cornelio Salonino y Publio Ignatio Mariniano; a los dos primeros, cuando Galieno fue nombrado Emperador, les fue otorgado el título de César (herederos) y destinados a las fronteras del Rin y el Danubio, ambos murieron en campaña antes de rebasar los 16 años de edad, el tercero, probablemente, fuera ejecutado junto con su madre después del asesinato, en 268, de su padre Galieno.

  Era costumbre desde tiempos de Septimio Severo (193-211) asociar al trono al hijo del Emperador con la finalidad de tener un heredero, de establecer un linaje, casi siempre eran jovenzuelos que se criaban en palacio con todo lujo, como si de una Monarquía se tratara. Cuando a Valeriano lo invistieron Emperador, el predilecto como Augusto fue su hijo Galieno; pero en este caso, Valeriano, no lo eligió como heredero, sino como Imperator de pleno derecho, un gobierno compartido y militarmente dividido: de Oriente, la zona más conflictiva, se ocuparía Valeriano y de Occidente, su vástago, Publio Licinio Ignatio Galieno. Aunque los siete años que reinaron juntos, las decisiones políticas fueron competencia, casi exclusiva, de Valeriano.

Ataques al Imperio Romano en época de Valeriano y Galieno.

  Mientras Valeriano estaba desplazado en Oriente para repeler las incursiones de los persas, Galieno se las veía con los alamanes que, a través de Raetia, habían llegado hasta las puertas de Milán; en este caso, Galieno salió victorioso, pero los problemas se multiplicaban, no pudiendo impedir que los godos penetraran en Panonia y los francos atravesaran la Galia para establecerse en la provincia hispana de la Tarraconense por más de una década.

  Con intención de tener la total lealtad de las legiones del Danubio y el Rin, Galieno había enviado a sus adolescentes hijos, Salonino en el Rin y Valeriano II en el Danubio, como césares a estas dos fronteras; en 258 el infante (13 años) Cornelio Valeriano (Valeriano II) murió en extrañas circunstancias y el Gobernador de Panonia, Décimo Lelio Ingénuo, se había proclamado Augusto. El Emperador Galieno, con el apoyo de Mecio Acilio Aureolo Gobernador de Moesia, depuso al usurpador Ingenuo, comandante, que tras la derrota, se suicidó. Durante la campaña por las provincias ilíricas (Dacia, Tracia, Dalmacia, Mesia y Panonia), Galieno obtuvo sonadas victorias contra los godos desplazándolos a la zona oriental, por estos triunfos se adjudicó los títulos de “Góticus” y “Germánicus”.

  La gloria contra los godos no pudo ser disfrutada por Galieno, nuevamente los alamanes habían penetrado en la Península Itálica, y el pánico se apoderó de la metrópoli; en este caso, el Senado hizo suyo el compromiso de la defensa de Roma armando a plebeyos, esclavos, nobles y con los pretorianos para hacer frente a los bárbaros. Esto para los invasores fue toda una sorpresa, pues tuvieron que replegarse ante el ardor guerrero de este ejército improvisado. A pesar del éxito, Galieno se sintió contrariado, entendió que si los senadores eran capaces de movilizar al Pueblo contra un enemigo exterior, llegado el caso, podrían aplicar la misma receta contra él mismo; para evitar este tipo de alzamientos, promulgó un edicto en el que se prohibía explícitamente a los Patres formar parte de grupos armados y tomar decisiones militares, estas eran competencia exclusiva del Emperador.

Imperio Romano en época de Galieno.

  Entre tanto (259), Marco Casiano Latino Póstumo Gobernador de Germania Inferior y responsable de las tropas de la Galia, había sido proclamado Emperador por sus legiones; pero en este caso, Póstumo, no disputó el Imperio a Galieno. Póstumo era un galo que con el apoyo de sus tropas, nativos de la Galia y “francos” establecidos en la provincia, había creado un Estado asociado, un reino paralelo. En principio, Galieno, envió a su imberbe hijo Salonino (15 años) y su tutor para que Póstumo depusiera la sublevación secesionista, esto fue en vano, el joven César Publio Cornelio Salonino, fue arrestado y ejecutado. Humillado el Emperador Galieno, presentó batalla a los insurrectos galos, pero fue derrotado y herido; con tantos problemas a lo largo del Imperio, los emperadores Póstumo y Galieno firmaron un pacto de no agresión.

  El Imperio Galo, que en su momento más álgido abarcó todas las provincias galas más Britania, la Tarraconense y Lusitania, con capital en Colonia Agrippina, estuvo funcionando durante todo el reinado de Galieno, también con ciertas dificultades y trifulcas internas; pero a la larga, este virreinato le vino bien a Roma, las fronteras del Rin estuvieron controladas de las invasiones bárbaras.

Teatro romano de Palmira (Siria)

  Una situación semejante a la ocurrida en la Galia, se dio en Oriente con la desaparición del Emperador Valeriano. El Rey Sapor I, después de apresar a Valeriano y a sus oficiales, y con las legiones en desbandada, se hizo dueño de Mesopotamia, Armenia, Capadocia y Siria; el ejército romano estaba maltrecho, pero no hundido. El recién aclamado Augusto por las mermadas tropas de Oriente, Fulvio Macriano, desestimó el cargo en favor de sus dos hijos: Tito Fulvio Macriano y Tito Fulvio Quieto; estos jóvenes comandantes, más la experiencia del nuevo jefe pretoriano Servicio Aniao Balista, hicieron reverdecer el prestigio de Roma infligiendo duras derrotas a las tropas persas y debilitando su encumbrada moral.

  La populosa ciudad de Palmira estaba bajo el gobierno de un ciudadano romano de origen sirio leal al Imperio, una especie de reyezuelo: Septimio Odenato. Este regidor,  para evitar la destrucción de la capital siria, trató de negociar una paz con los persas a base de generosos donativos, el intento de cohecho fue rechazado por el prepotente Sapor I. Viendo Odenato que no tenía más salida que la guerra, aprovechó la confusión de la contienda romano-persa para abatir por sorpresa a los sasánidas, imponiendo la retirada de éstos de las provincias de Oriente.

  Roma celebró esta victoria por todo lo alto y Galieno lo asumió como un triunfo propio, otorgando a Septimio Odenato poderes imperiales en las provincias de Oriente: Orientis Imperator; Tito Fulvio Quieto, que se había convertido en usurpador al proclamarse Augusto, fue eliminado. Después del nombramiento de Odenato como Emperador de la zona oriental, el Imperio Romano quedó dividido en tres grandes regiones como si fuera un Estado Federal: Imperio Romano, Imperio Galo e Imperio de Palmira; esta situación se mantuvo así hasta 272 en tiempos del Emperador Aureliano.

Arco de Galieno (Roma)

  A principios de 268 el Emperador Galieno estaba embarcado en una nueva campaña en la frontera del Danubio contra los bárbaros cuando Decio Acilio Aureolo, el mismo General que lo apoyó contra el impostor Ingénuo, se había auto proclamado Emperador; Galieno, suspendió la empresa y marchó para Italia a deponer al expoliador. El encuentro entre los dos ejércitos tuvo lugar cerca del Adda, un afluente del Po, siendo derrotadas las tropas de Aureolo. Galieno sitió la fortaleza de Milán donde se había refugiado el General rebelde, pero la suerte no estaba de su lado; un sicario pagado por los conjurados le dio muerte bajo los muros de la ciudad. Entre los miembros de este contubernio se encontraban el propio Aureolo, Aureliano y, seguramente, el designado como sucesor Marco Aurelio Claudio, Claudio el Gótico (Claudio II); esto sucedía el 22 de Marzo de 268. Cuando murió Galieno tenía 50 años y había sido Emperador 15, siete compartidos con su padre Valeriano y ocho en solitario.

  Galieno fue un soberano muy dispar durante su reinado, en materia militar tuvo buen criterio y fue un hábil negociador, aunque según los personajes más cercanos, le faltaba poder de decisión. Los 15 años que estuvo al frente del Imperio fueron el cenit de la “Anarquía Militar”, más de 20 impostores, en su mayoría provincianos, se auto proclamaron emperadores; haciendo un símil con la oligarquía ateniense (400 a.d.C), esta época fue conocida como la de “los treinta tiranos de Roma“. La connotación TIRANO, no era la misma que tiene en nuestros días.

Áureo de Galieno.

  Quizá debido a la influencia de su esposa Cornelia Salonina, ferviente admiradora de las filosofías platónicas y cristianas, tomó importantes resoluciones en beneficio de la plebe. En 260, desaparecido su padre Valeriano, derogó el edicto por el que se prohibía el culto al Nazareno, de esta forma, los cristianos vivieron unos años de relativa tranquilidad, incluso, se les devolvió parte de las pertenencias que les habían sido requisadas; también, al contrario que su padre, incrementó los impuestos a los terratenientes, desahogando a las clases más humildes. Fue en tiempos de Galieno cuando más monedas se acuñaron, era una forma de propaganda, una manera de llegar a todos los rincones del Imperio.

  Con la desaparición de Publio Licinio Galieno, se dio por finalizada la conocida época de Anarquía Militar (235-268), dando paso a un nuevo linaje de emperadores provenientes de la provincia de Iliria, los Emperadores Ilirios (268-285); nueve Augustos que rigieron los destinos del Imperio hasta su división en tiempos de Diocleciano. El primero de ellos fue un personaje de origen serbio: Marco Aurelio Claudio, Claudio II.

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Fuentes:
Francesco Bertolini, Edward Gibbon, Indro Montanelli, Theodor Mommsen.
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