Almanaque romano

«Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes» -Aristóteles-

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   En julio de 2013 un grupo de arqueólogos británicos han descubierto en Escocia un monumento mesolítico que contiene, lo que parece ser, el calendario lunisolar más antiguo del mundo: data de hace 8000 años. Desde el albor de los tiempos el ser humano tuvo la necesidad de controlar los ciclos estacionales, de contar el tiempo, elaborar un calendario para la siembra, la recolección, la caza, etc.
El tiempo que el Sol necesita, aparentemente, en un giro alrededor de la Tierra, son los dos transcursos correlativos por los equinoccios de primavera: marzo y septiembre, esto era un año. Los antiguos dividieron el año en meses (sinódicos) lunares de 29.5 días, y los meses en semanas, coincidiendo con las cuatro fases lunares: menguante, nueva, creciente y llena. Este sistema es práctico y sencillo pero algo erróneo, el año era de 354 días. Esta cuestión se solucionaba añadiendo 10 u 11 días durante el invierno, de esta forma el año siempre comenzaba en el equinoccio de primavera (hemisferio norte) el 20/21 de marzo, jornada en la que la noche y el día son equivalentes, 12 horas.

  Históricamente el calendario más antiguo conocido, hasta el momento, es el egipcio y se le vincula alrededor del año 3500 a.C. No es un anuario riguroso pero sí bastante exacto: estaba compuesto por 12 meses de 30 días y estos 360 días divididos en tres estaciones de 120; al final del año se le añadían 5 para completar el ciclo solar, cinco días festivos dedicados a honrar a los dioses.
Algo más completo, pero igual de inexacto, fue el calendario babilónico, referenciado en 2700 a.C. Constaba, similar al egipcio, de 12 meses de 30 días (igual que los egipcios, redondeaban el mes lunar de 29.5 días); a esta civilización se la puede atribuir, en cierta medida, el uso del sistema sexagesimal: fraccionaron el año en dos grandes estaciones, verano e invierno, el año en 12 meses asociados a los signos del zodiaco y el día en 24 horas en dos períodos de 12. Los babilonios no añadían días extra a los 360, incrementaban un mes cuando lo necesitaban para cuadrar el año solar.
Semejante a los anteriores era el almanaque griego. Los aqueos, en lugar de redondear los meses lunares, establecieron 12 meses de 29 y 30 días, alternativamente; para completar el desfase de 11 días (365 – 354 = 11), cada tres, seis y ocho años, añadían un mes.

Prisma cuadrangular de alabastro. En cada cara tres filas con los meses del año encabezados por signos del zodiaco.

  Prisma cuadrangular de alabastro. En cada cara tres filas con los meses del año encabezados por signos del zodiaco.

  El calendario romano primitivo se le ha adjudicado al primer rey de Roma: Rómulo (753-717 AC). Originalmente el anuario romano era de 10 meses, seis de 30 días y cuatro de 31, total 304; los 61 días restantes, hasta completar los 365, no tenían asignado nombre, eran el invierno. La cultura romana originaria era esencialmente agrícola y en la época invernal cesaba toda actividad, incluso las tareas militares quedaban aparcadas.
Numa Pompilio, el segundo rey de Roma (716-673 AC), llenó ese vacío con dos nuevos meses de 28 y 29 días respectivamente. Con esta reforma, el año romano quedó establecido en siete meses de 29 días, cuatro de 31 y uno de 28, total 355 días; para completar los 365,25, cada dos años se agregaba un mes, Intercalaris, de 22 días y cada cuatro, los bisiestos, uno de 23. El calendario elaborado por Pompilio perduró durante casi siete siglos.

Martius: asociado a Marte, dios de la guerra (31 días).
Aprilis: «apertura», dedicado a Apolo, dios del canto y la música (29 días).
Maius: en honor a Maia, divinidad de la primavera (31 días).
Iunius: dedicado a Juno esposa de Júpiter, benefactora de las madres (29 días).
Quintilis: al final de la República renombrado Iulius, por Julio César (31 días).
Sextilis: tras la muerte de Octavio Augusto renombrado Augustus (29 días).
Septembris: séptimo mes (29 días).
Octobris: octavo mes (31 días).
Novembris: noveno mes (29 días).
Decembris: décimo mes (29 días).
Ianuarius: undécimo mes. Asociado al dios primigenio Jano (29 días).
Februarius: duodécimo mes. Dedicado al dios Plutón (28 días).
Intercalaris: mes extra, entre febrero y marzo, cada dos años (22/23 días).

  En el año 46 AC el Dictador Cayo Julio César se hizo con los servicios del astrónomo egipcio Sosígenes de Alejandría para que elaborara un anuario solar que suprimiera los intercalares, erradicando el año lunar. Este calendario, prácticamente como el actual, constaba de siete meses (enero, marzo, mayo, julio, agosto, octubre y diciembre) de 31 días, cuatro (abril, junio, septiembre y noviembre) de 30 días y uno (febrero) de 28; como el año solar era de 365 días y 6 horas, cada cuatro años (bisiesto) al mes de febrero se le añadía un día, 366. El calendario, llamado «juliano» por Julio César, subsistió en Occidente durante más de 16 siglos.
En el almanaque romano también los días de la semana tenían asociado un dios o un astro de nuestro sistema: Lunes, día de la Luna; Martes, día Marte; Miércoles, día Mercurio; Jueves, día Júpiter; Viernes, día de Venus; Sábado, día de Saturno y Domingo, día del Sol. En época del Emperador Constantino (306-337) se estableció, para todo el Imperio, el domingo como día festivo: para los cristianos, Día del Señor y para los paganos, día del Sol Invictus.

  El calendario juliano era bastante exacto, pero no perfecto. Al año solar se le habían adjudicado 365, 25 días, cuando en realidad eran 365,242; estas décimas no afectan para un año o algunos lustros, pero pasados 128 el año acumulaba un día más. Para corregir este desequilibrio el Papa Gregorio VIII, asesorado por los astrónomos Clavius y Lilius, suprimió de un plumazo 10 días: del jueves 5 de octubre de 1582 se pasó al viernes 15 de octubre de 1582.
Con el fin de evitar más fluctuaciones se hizo un nuevo reajuste en los años bisiestos: se suprimieron los bisiestos terminados con dos ceros (1700, 1800, 1900 y 2100) y los divisibles por 400. El calendario «gregoriano» es el utilizado hoy día en la mayor parte del mundo. Aunque este anuario no es del todo perfecto, pasados 3000 años se acumularía un día, la ciencia moderna lo soluciona con unos segundos anuales.

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©TruttaFario______El Arenal, XIV – II – MMXVI
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