CARACALLA, Lucio Septimio Bassiano — (Febrero – 211 * Abril – 217)

  • Lugdunum (Lyon), 4 – Abril – 188  ♠♣♥♦  Edesa (Mesopotamia), 8 – Abril – 217.

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  Para los más prestigiosos historiadores el declive del Imperio Romano comenzó con la muerte de Marco Aurelio (180) y la llegada al trono del caprichoso Cómodo; pero  el gran deterioro de los principios republicanos, que habían llevado a Roma a ser la mayor civilización cultural y castrense del mundo conocido, se iniciaron con la llegada al poder de los Severos. Septimio Severo impuso un sistema militar prescindiendo por completo del Senado, como apunta el erudito Edward Gibbon: “…altivo e inflexible que consideraba al Imperio como algo de su propiedad… emitía órdenes al Senado, cuando hubiera bastado con una petición..”, dicho de otra forma, el Sistema Imperial cada vez se parecía más a una Monarquía Absolutista. Los casi 18 años de paz durante el Imperio de Severo podían haber sido el origen de una dinastía con el fundamento de los “Antoninos”, pero le faltó humildad y le sobró prepotencia; para colmo, asoció al trono a sus dos hijos: Lucio Septimio Basiano y Publio Septimio Geta; jóvenes criados en palacio que no habían pasado las penurias disciplinarias propias de los grandes Príncipes del Imperio, exactamente la misma situación que antaño sucediera con Calígula y Cómodo.

Lucius Septimius Bassianus CARACALLA

  Lucio Septimio Bassiano, Caracalla, nació en Lugdunum (Lyon) el 4 de Abril de 188 y murió, asesinado por orden del Prefecto del Pretorio Marco Opelio Macrino, el 8 de Abril de 217 en Edesa (Mesopotamia). Hijo mayor de Julia Domna y del Emperador Septimio Severo; con 7 años le fue otorgado el título de César (Príncipe Heredero) por su padre, con la idea de mantener un linaje que rigiera los destinos del Imperio como si fuera un sistema hereditario. Poco, o muy poco, se sabe de la adolescencia de Caracalla; por lo que deja entrever el historiador contemporáneo Dion Casio, era un joven extrovertido y afable, pero todo cambió en 208, cuando su padre Severo asoció al trono a su hermano Geta; a esto hay que sumarle que Geta era el preferido de la hermosa Julia Domna. Quizá los celos y el hecho de estar “enamorado” de su madre, un idilio probable, hicieron de Caracalla un ser detestable y cruel; el odio que Caracalla sentía hacia su hermano Geta, era visceral.

Tras la muerte del Emperador Septimio Severo en Febrero de 211, el poder imperial fue heredado conjuntamente por Caracalla (23 años) y Geta (22 años); pero Caracalla no estaba dispuesto a compartir el trono, por lo que hizo asesinar a su hermano delante de su madre sin ningún tipo de escrúpulos. Junto con el fratricidio de Geta, fueron ejecutados miles de seguidores del Co-Emperador, de toda índole: senadores, caballeros, ciudadanos, el Prefecto, Jurista y tutor Emilio Papiniano. En toda esta sangría, lo sorprendente fue que dejara viva a la madre, y la pasividad de la misma ante el asesinato de su hijo preferido; tal vez, las intenciones de Caracalla estaban enfocadas a perpetuar la supremacía con un amor prohibido, de igual modo, que la ambición por el poder de Julia Domna la hizo permanecer, aparentemente, impasible.

Publia Fulvia Plaucila (esposa de Caracalla)

 En el año 202, Caracalla contrajo matrimonio con una joven pariente de su edad, Publia Fulvia Plaucila, 14 años; hija de un primo carnal de Septimio Severo que había sido Senador y formaba parte de los mandos de la Guardia Pretoriana. Fue este un enlace de conveniencia pactado por los progenitores; a Severo le servía para amarrar a los pretorianos, y a Gayo Fulvio (padre de Fulvia Plaucila), para consolidar una posición entre la nobleza. Fruto de este casamiento, en 204 nació una niña de la que no se tienen datos, seguramente murió en edad infantil; esta unión fue distante e infeliz, ella preocupada por la ostentación y el lujo, y él, por las batallas y los temas sucesorios. A primeros de 212 fallecía la joven Plaucila, 24 años, había sido Emperatriz un año.

  El auténtico reinado de Caracalla  comenzó en 212 con la desaparición de su hermano Geta y de su esposa Plaucila. Desde ese momento, las riendas del gobierno, en gran parte, fueron asumidas por Julia Domna, como si de una “reina madre” se tratara; el nombre de Julia Domna aparecía en todos los comunicados al Senado conjuntamente con el de Marco Aurelio Severo Antonino Augusto, nombre imperial de Caracalla. En círculos palaciegos se daba por sentado que la relación madre – hijo era íntima e incestuosa; de hecho, en más de una ocasión Julia Domna argumentó que Caracalla no era hijo suyo, si no, de la primera esposa de Septimio Severo, Paccia Marciana.

Áureo con la efigie de Julia Domna.

 Si al cruel Cómodo siempre se le recordará por sus veleidosos espectáculos circenses llenos de gladiadores y derroche, Caracalla, aun siendo un tirano, tuvo detalles de lucidez, gestos, que ya hubieran querido para sí algunos de los grandes emperadores.

  En el año 212 fue promulgada la Constitución Antoniniana, más conocida como Edicto de Caracalla, una ley que otorgaba la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, excepto a los “dediticios” (ciudadanos fronterizos que habían opuesto una resistencia encarnizada a Roma); de esta forma, cualquier oriundo de provincias (África, Asia, Britania, Galia, Germania, Hispania…) podía realizar el Cursus Honurum y tener acceso a las magistraturas del Estado como cualquier sujeto nacido en Italia. Este Edicto, aunque nuevo, ya había tenido sus prolegómenos: en el año 50, el Emperador Claudio, permitió el derecho senatorial a ciudadanos de La Galia; en la década 70-80, Vespasiano, ya había concedido la ciudadanía romana a algunas provincias del Imperio, entre ellas, las tres de Hispania.

  El Edicto de Caracalla tuvo dos importantes connotaciones: por un lado, Roma dejaba de ser la metrópoli que dominaba al resto de las provincias, y por otro, todos los ciudadanos del Imperio estaban en igualdad de derechos y obligaciones, sobre todo, en lo relativo al censo y los asuntos recaudatorios, los impuestos; quedaba claro, que este Edicto tenía una finalidad más económica que social.

Termas de Caracalla (recreación).

 En época del Emperador Caracalla, se llevó a cabo la segunda obra civil más importante de la Historia Imperial: Las Termas de Caracalla. Aunque el Imperio, moralmente, se estaba deteriorando, las clases medias habían llegado al cenit del bienestar; los baños públicos, en la sociedad romana, cada vez gozaban de más popularidad. La construcción de estas termas fue una edificación impresionante, 120.000 m² dedicados al ocio y la relajación: biblioteca, teatro, salas para juegos y oratoria, y los baños propiamente dichos; lugares donde los bañistas pasaban por diversos estados de temperatura, aguas frías, tibias, calientes; cuartos para recibir masajes embadurnados en aceite, sitios para hacer ejercicio… Toda la cimentación interior elaborada con materiales de primera calidad, columnas y figuras de mármol; y el exterior, con fuentes y elegantes jardines. Hoy en día las ruinas de Las Termas de Caracalla forman parte de la atracción turística, pero en su momento, debió ser una obra espectacular.

En el año 213 Caracalla dejó Roma con la idea de visitar las provincias del Imperio y afrontar nuevas misiones. Era, precisamente, en el ejército donde se encontraba más a gusto, en su cabeza estaba el ampliar las fronteras por Asia, tenía delirios de grandeza, quería imitar a los grandes conquistadores como Alejandro Magno, su ídolo. Durante las aventuras guerreras de Caracalla el gobierno del Imperio fue asumido por Julia Domna, los Cónsules y los Prefectos de Roma, las relaciones con el Senado de la madre del Emperador, aunque distantes, fueron más pacíficas; lo que no sabía Lucio Septimio Bassiano, es que nunca más regresaría a Roma.

Imperio Romano en 215.

  El recorrido de Caracalla comenzó por La Galia continuando por las fronteras del Rin y el Danubio, donde un nuevo pueblo germánico había hecho su aparición, los Alamannis. El problema norteño lo solventó Caracalla con una más que “dudosa” victoria (un triunfo comprado a base de oro, algo denigrante para los generales del Emperador), añadiendo a su largo nombre imperial el título de Alemánicus

  El siguiente destino (215) lo dirigió a la populosa ciudad de Alejandría (Egipto), la segunda metrópoli más importante del Imperio, donde la plebe tenía un concepto ruin y burlón del Emperador por el vil asesinato de su hermano Geta y las sospechosas relaciones incestuosas con su madre Julia. Esta mofa hizo despertar la cruel fiera que Caracalla llevaba en su interior, haciendo asesinar a los poderosos de la urbe  y ordenando a la soldadesca el saqueo, pillaje y violación por toda la ciudad; este comportamiento lleno de loca crueldad sembró muchas dudas en los mandos de las legiones, ya no se sentían nada seguros con un líder desquiciado.

  En 216, después del atroz castigo a los alejandrinos, Caracalla y sus legiones marcharon para Asia con el objetivo de añadirse laureles en una nueva campaña contra los partos, el Rey Artaban IV, hijo de Vologases V (el Rey que luchó contra Septimio Severo), campaba a sus anchas por las riberas del Río Tigris; en un principio, Caracalla quiso pactar una rendición casándose con la hija del monarca parto, obteniendo la negativa por respuesta. Irritado Caracalla, saqueó pueblos, profanó tumbas y símbolos religiosos; este comportamiento tampoco fue del agrado de sus comandantes que, desde ese instante, urdieron un plan para eliminarlo.

  A primeros de 217, Caracalla se había retirado a Edesa (Norte de Mesopotamia) para pasar el invierno y preparar el asalto definitivo contra el Imperio Parto, pero no hubo tiempo para el mismo; el 8 de Abril de 217, un esbirro contratado asesinó al tirano cuando se dirigía al templo de Carras, al Suroeste de Edesa; tenía Caracalla 29 años. Acto seguido, los soldados proclamaron Emperador al Prefecto de la Guardia: Marco Opelio Macrino.

Arco en honor a Caracalla y Julia Domna (Volúbilis – Marruecos -)

  Caracalla había heredado un Imperio saneado económicamente y relativamente pacificado; pero en su afán de notoriedad celebrando Triunfos por victorias inciertas, destrucción de ciudades que luego había que reconstruir (Alejandría), edificación de monumentos en su honor para ser inmortalizado (Arco de Djemila -Argelia-, Arco de Volúbilis -Marruecos-), enormes pagas al ejército y el despilfarro en banquetes y diversión por todas las ciudades que visitaba, habían dejado las arcas del Imperio en un estado lamentable; si a todo le sumamos el desprecio que sentía por el Senado, la conducta ultrajante con los pueblos sometidos y la crueldad con la que inició su reinado, podemos decir, que Caracalla ha sido uno de los Emperadores más nefastos que tuvo el Imperio Romano.

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 .©TruttaFario___COMPLVTVM, III – VI – MMXII.
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Fuentes:
Indro Montanelli, Edward Gibbon, Theodor Mommsen, Isaac Asimov.
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