VALERIANO, Publio Licinio Valeriano – – (Octubre – 253 * Diciembre – 260)

  • Roma, 195 – 200?  ♣♣♣♣  Edesa (Mesopotamia), 260 – 261?.

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  Tanto por el Norte como por Oriente, el Imperio Romano se estaba desangrando. Las continuas luchas internas debido al guirigay de los emperadores militares, quince soberanos en los últimos veinte años más otros tantos impostores, habían dejado el Imperio muy lejos de sus mejores épocas; al factor humano de gobiernos nefastos, en su mayoría, hay que sumarle el azote que supuso el brote de peste que asoló gran parte del Imperio; plaga que hizo su aparición en tiempos de Filipo el Árabe (244-249), y diez años después seguía maltratando a la población.

  Desde la muerte del Emperador Filipo en 249, los cuatro hombres investidos Augustos por el Senado: Decio, Treboniano Galo, Emiliano, y por último, Valeriano, habían tenido la responsabilidad, de una u otra forma, de defender las fronteras del Rin y el Danubio. Decio, aclamado por sus legiones después de sofocar la revuelta encabezada por el usurpador Pacatiano en Moesia, derrotó a Filipo en Verona; Treboniano, Gobernador de Moesia y protector en la retaguardia de la frontera del Danubio, aprovechando la muerte en batalla de Decio contra los godos, zanjó una dudosa paz con los bárbaros y marchó para Roma para hacerse cargo del Imperio. El nuevo Gobernador de Moesia y Panonia, Emiliano, no contento con el tratado hecho entre Cniva (Rey de los godos) y Treboniano, se enfrentó y derrotó a los bárbaros; su ejército, eufórico por el triunfo y una excelente paga, lo proclamó Emperador. El Senado, contrariado con el advenedizo Emiliano, solicitó la ayuda de Valeriano, comandante de las legiones del Rin; ante la llegada de Publio Licinio Valeriano, los soldados del tunecino Emiliano dieron muerte a éste y la Curia otorgó el manto púrpura al Senador Consular.

  Con todo este embrollo, las fronteras del Noreste del Imperio, habían quedado debilitadas, desguarnecidas. Tres eran los potenciales enemigos a los que el nuevo Emperador, el sexagenario Publio Licinio Valeriano, debía enfrentarse: por Oriente el Imperio Sasánida, por el Este los godos y por el Noreste, francos y alamanes; a todo esto, hay que sumarle los problemas político-religiosos internos.

Gaius Publius Licinius Valerianus.

  Cayo Publio Licinio Valeriano nació, probablemente, en Roma, entre el año 193 y 200; como en la mayoría de los casos de los emperadores soldados de la crisis del siglo III, se desconoce por completo su vida hasta edad avanzada. Se da por sentado que, al contrario que sus antecesores que eran originarios de provincias, Valeriano pertenecía a la nobleza de Roma, a una familia de rango senatorial; por eso, era el preferido de la Curia. Si la fecha exacta de su nacimiento es incierta, su muerte está envuelta en un halo entre la realidad y la ficción: fue hecho prisionero por los persas a finales de 260 y nunca más se supo de él.

  Valeriano se casó en segundas nupcias con Egnazia Marini (se desconoce el nombre de la primera esposa), con la que tuvo dos hijos: Publio Licinio Galieno Ignatio y Publio Licinio Valeriano Menor; el primero fue Emperador de Roma durante 15 años y el segundo ocupó diversos cargos a la sombra de su hermano, llegando a ser Cónsul en tres ocasiones.

  Debía de ser Valeriano un hombre muy elocuente, persuasivo y respetado en el Senado; allá por el 240, siendo Emperador Gordiano Pio, fue princeps senatus, la mayor jerarquía entre los Pater. En 249, con la llegada al trono de Decio Trajano, fue propuesto como Censor, cargo que desempeñó por breve espacio de tiempo alegando ante el Senado que tanta responsabilidad era competencia del Emperador. En 250 se le encomendó el mando de las tropas del Rin en calidad de  Gobernador de Raetia y Noricum; cuando en 251, Decio Trajano y su hijo Herenio Etrusco murieron en lucha contra los godos, el Senado le ofreció el trono, pero desestimó el honor jurando lealtad a Treboniano Galo.

  Fue a mediados de 253 al marchar sobre Roma el usurpador Emiliano, cuando Valeriano acudió a la llamada del Senado en apoyo de Treboniano. Las circunstancias quisieron que antes de llegar Valeriano a la capital, los litigantes Treboniano y Emiliano habían muerto, ambos asesinados por sus hombres; primero Treboniano en Terni (Agosto de 253) y luego Emiliano en Spoleto (Octubre de 253).

 Una vez proclamado Emperador Publio Licinio Valeriano, la primera medida fue la de conceder a su hijo Galieno el título de Augusto, joven que ya tenía 35 años; el Senado aceptó de buen grado este nombramiento, confiaban en Valeriano, un conservador tradicionalista del estilo de Decio Trajano. Viendo el soberano que el Imperio hacía agua por todos lados, confió a su vástago, Galieno, la defensa de Occidente para él ocuparse de los contratiempos de Oriente; esta decisión dio origen a lo que en un futuro (Diocleciano, 284-305) sería la división de Roma: Imperio de Occidente e Imperio de Oriente. Aunque, con anterioridad, ya se había dado la situación de dos co-Emperadores, fue en esta la primera vez que el Imperio estuvo compartido con las mismas atribuciones militares y políticas y, a priori, dio un resultado relativamente óptimo. Para restablecer el orden en las provincias ilíricas (Panonia, Dacia, Mesia, Tracia y Dalmacia), las unificó todas bajo el mando de un solo hombre, el Dux: Ulpio Crinito, individuo que rehabilitó la frontera danubiana y que, en el futuro, se convertiría en el suegro del Emperador Aureliano.

Imperio Sasánida.

  Según el historiador Gibbon: “Valeriano era un hombre experimentado y prudente, respetado por el Senado y reverenciado por el Pueblo”. Seguramente, Valeriano, era el Príncipe que Roma necesitaba, pero había que hacer frente a demasiadas brechas en las fronteras del Imperio, y para eso, hacían falta denarios y soldados. Se elaboraron sistemas recaudatorios a base de expropiaciones donde, como no podía ser de otra manera, los grandes perjudicados fueron las clases medias y sencillas.

  Siguiendo la política de Decio Trajano, y con la finalidad de devolver a Roma la gloria del pasado con sus tradiciones y sus creencias, se cebó de manera exagerada con los más indefensos del momento, los cristianos; en un primer Edicto (256) se prohibieron las reuniones y el culto; con este precepto, aprovechaban la ilegalidad de la religión para confiscar las cosas de valor, que  luego serían utilizadas para ayudar a financiar las campañas militares. En un segundo Edicto (257), no sólo se prohibía el culto, se obligaba a los líderes cristianos a hacer sacrificios a los dioses romanos; fue entonces cuando comenzaron las persecuciones y los martirios. Entre los hombres relevantes ejecutados estaban los papas Esteban I y Sixto II, y Cipriano, Obispo de Cartago; pero quizá, el personaje más conocido sea San Lorenzo, martirizado el 10 de Agosto de 257 en una parrilla, su aniversario coincide con las famosas Perséidas: “Las Lágrimas de San Lorenzo”.

  Pero si el gran problema para los cristianos era el hostigamiento al que estaban sometidos, la pesadumbre de Roma eran los bárbaros del Norte y los persas. En Occidente, Galieno, estaba enfrascado con los invasores germanos: alamanes y francos; sobre todo, estos últimos, que habían hecho incursiones llegando hasta la misma Tarraconense.

  En Oriente, el Rey persa Sapor I, se había apoderado de Armenia eliminando a Cosroes y secuestrando a su hijo Tirídates II, también había invadido la provincia de Siria y Antioquía. En 257, Valeriano, al mando de su ejército recuperó Antioquía y los persas, viendo el potencial romano, se retiraron de Siria. Cuando Valeriano se disponía a perseguir a los sasánidas, surgió un nuevo adversario: los godos a través de Mar Negro habían asaltado la fortaleza de Trebisonda (Turquía) con idea de invadir Bitinia y Capadocia; las legiones romanas acudieron a la región para abortar la ocupación, pero la mala suerte pulverizó a los romanos, una epidemia diezmó la soldadesca y el propio Valeriano fue hecho cautivo por los persas; esto ocurría en Edesa en 260.

Valeriano ante Sapor I.

  Las circunstancias de la captura y muerte del Emperador Valeriano nunca han estado claras, tres son las versiones: en una, el Rey Sapor I lo invitó a una entrevista para pactar una tregua, cuando en realidad fue una encerrona para aprehenderlo; en otra, que fuera entregado por su General de confianza, Fulvio Macriano, para luego él proclamarse Emperador; y la tercera, que capitulara ante el enemigo para salvar su mermado ejército.

  No se sabe la fecha de su muerte ni las condiciones de su cautiverio, las leyendas dicen que sufrió toda clase de vejaciones, que fue tratado como un esclavo y que el Rey Sapor lo utilizaba de silla para subir al caballo. Cuando fue ejecutado, su cuerpo se rellenó de paja y se expuso como un trofeo; pero esto, seguramente, son mitos. Lo que si sabemos, es que Publio Licinio Valeriano fue el primer Emperador hecho prisionero por un ejército enemigo. Con su desaparición quedó como único soberano del Imperio su hijo Galieno.

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© TruttaFario ___COMPLVTVM, IX – X – MMXII
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Fuentes:
Indro Montanelli, Francesco Bertolini, Isaac Asimov, Theodor Mommsen, Edward Gibbon, 
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