ADRIANO, Publio Elio Adriano ————– (Agosto – 117 * Julio – 138)

  •   Itálica, 24-enero-76  ♣♣♣♣   Bayas, 10-julio-138.

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  La muerte del Emperador Marco Ulpio Trajano lejos de Roma en el 117, en Selinonte (Turquía) cuando regresaba de la campaña de Oriente, cogió relativamente desprevenido al Senado. Por aquel entonces contaba Trajano con 64 años, este no tenía descendencia y no había un sucesor Imperial reconocido. Parece ser que alrededor del 106, Marco ya había adoptado a su sobrino Publio Elio Adriano, pero fue la inteligente Pompeya Plotina, esposa de Trajano, quien más influyó en la entronización del joven Adriano. Hubo ciertas intrigas palaciegas, pero la familiaridad, el paisanaje y la perseverancia de Plotina dieron el Imperio al hispano.

Publius Aelius Hadrianus «ADRIANO»

 Publio Elio Adriano nació el 24 de Enero del año 76 en Itálica (Sevilla), en la provincia hispana de La Bética. Algunos cronistas tienen dudas de que fuera así y emplazan su nacimiento en la misma Roma; de cualquier manera su origen hispano era indudable, dado que pertenecía al famoso linaje Aelio, familia establecida en la Península Ibérica desde tiempos de los Escipiones (200 A.d.C.). Murió el 10 de Julio de 138 con 62,5 años a causa de un infarto, en la ciudad costera de Bayas (Campania), cerca de Nápoles.

  El parentesco con el Emperador era un tanto complejo, por un lado, era nieto de una tía de Trajano, y la esposa de Adriano (Vibia Sabina) era sobrina de una hermana de Marco Ulpio; esto da a entender la consanguinidad de la dinastía Ulpio-Aelia.

  Desde muy joven mostró gran inquietud por los estudios: matemáticas, filosofía, medicina y sobre todo, los clásicos griegos, cuna de los sabios de la antigüedad. Al contrario que su tío-segundo Trajano, era más amante del conocimiento que de los cuarteles. A la edad de 15 años fue llamado a Roma por el Emperador para iniciarlo en la carrera política y militar, comenzando por el vigintivirato: una especie de formación político-social para jóvenes, a cargo de veteranos Senadores. Finalizada la primera etapa educativa, como buen romano continuó con el Cursus Honurum: carrera político-militar heredada de tiempos de la República: Cuestor (tesorero), Tribuno (mando de una legión), Edil (alcalde), Pretor (justicia), Cónsul (mando de un ejército). En época de Nerva ya ejerció como Tribuno Laticlavio (lugarteniente) en la provincia romana de Panonia (Hungría), fue en esta etapa cuando el propio Adriano comunicó a su tío la muerte de Nerva, y en el año 98 (22 años) estuvo al mando de XXII legión siendo ya Emperador Trajano.

Vibia Sabina, esposa de Adriano

  La esposa de Trajano, Pompeya Plotina, era también una aficionada a las ramas de la sabiduría, sobre todo a la astrología. Esta afinidad fue lo que hizo que Plotina siempre actuara como protectora y mentora del joven Adriano. En el año 100 a instancias de Plotina, Adriano contrajo matrimonio con la bellísima Vibia Sabina, sobrina-nieta del Emperador; fue esto,  un matrimonio de conveniencia, una unión respetable y fría en el que nunca hubo amor ni descendencia; bien es cierto, que siempre la colmó de halagos y atenciones, pero las inclinaciones sexuales de Adriano eran otras.

   En 101 marchó con el Emperador Trajano a la primera guerra dácica, en 103 volvió a Roma para cumplir como Tribuno de la Plebe. En 105 volvió al Norte, a la segunda guerra contra los dacios, ya en calidad de Tribuno. Finalizada la guerra, fue nombrado Gobernador de Panonia Inferior, cargo que mantuvo hasta 110. En 111 viajó a Atenas para continuar con sus estudios del griego y su filosofía, allí conoció al sabio Epicteto, un filósofo-moralista estoico de la escuela de Sócrates, que en parte, lo condicionaría ideológicamente. Este amor por lo griego, fue quizá lo que le indujera a dejarse barba, hasta entonces ningún Emperador había utilizado esta moda; aunque también es posible que dejara de rasurarse debido a los hoyuelos que tenía en la cara. Sea como fuere, su barba rizada y su corpulencia le daban el aspecto de hombre bonachón.

Imperio Romano en 125

  Adriano del año 111 al 117, asumió diferentes cargos al servicio del Imperio: Tribuno en Germania, Legado en Siria. En el momento de la muerte del Emperador Trajano se encontraba en Mesopotamia como Legado Imperial en Oriente.

   En Agosto de 118 entró Publio Elio Adriano en Roma como nuevo Emperador. Previamente, y como era costumbre, había realizado una paga al ejército y a los Pretorianos, para tener contenta a la tropa. A su llegada a Roma, se le había propuesto celebrar un Triunfo por las conquistas de Trajano en Oriente, pero denegó tal ofrecimiento: primero, porque no eran sus victorias y segundo, era poco aficionado a la fanfarria militar.

   Las primeras medidas que tomó fueron estrictamente militares, al contrario que Trajano su política dejó de ser expansiva, el desgaste militar y económico en Oriente era excesivo. Comenzó por devolver Mesopotamia a los partos, estableciendo la frontera en el Éufrates; también prescindió de Armenia, dejándola como un reino-satélite protegido por Roma. Este tipo de decisiones no sentó bien en un sector del ejército, percibían falta de protagonismo; no en vano, los mejores generales de la zona oriental desaparecieron de forma un tanto misteriosa: Lucio Quieto y Cornelio Palma, posiblemente ejecutados por orden del Senado. Eran estos, dos espadas que aportaron grandes victorias en tiempos de Trajano y estaban militarmente muy bien colocados para la sucesión; Roma no quería revivir la guerra civil de los últimos años de la República. Junto con estos militares, fueron eliminados dos senadores consulares acusados de traición, Publio Celso y Avio Nigrino. Esto hizo temer al pueblo el retorno a épocas de Nerón o Domiciano, pero no fue así, con unas donaciones populares y unos juegos, todo quedó olvidado. No obstante, Adriano, tuvo que comprometerse ante el Senado que no habría más ejecuciones, tal y como se había legislado en tiempo del Emperador Nerva; aunque en este caso, seguramente que él no estaba tras estos asesinatos. Resuelto el tema fronterizo de Oriente y aprovechando las legiones sobrantes de esta zona, la política de Adriano fue la de afianzar el Norte: Dacia ante las incursiones de los dármatas y Britania con El Muro de Adriano. Conclusión, un Imperio más reducido pero más seguro, más europeo al estilo de la idea de Augusto.

Emperador Adriano

   Estando Adriano en Alejandría allá por el año 131, hubo una rebelión hebrea en la siempre conflictiva Palestina. Un joven audaz y temerario llamado Simón Bar Kokeba (“Hijo de una Estrella”), lleno de energía y  bendecido por el gran rabino, se levantó contra Roma como si fuera un nuevo Mesías, de toda la región acudieron los israelitas para ponerse bajo sus órdenes.  El Legado en la provincia Judeo-Palestina, Quinto Tineo Rufo, no pudo hacer frente a la sublevación y fue vencido. Adriano utilizó a su mejor General, el Legado en Britania Sexto Julio Severo. La guerra no fue fácil, tres años (132-135) de encarnizadas batallas que dejaron toda la comarca ensangrentada y arrasada; Roma perdió una legión completa (6.500 hombres) de las seis que llevaba, pero la peor parte fue para los judíos, más de medio millón de muertos, la mayoría civiles y soldados inexpertos, y lo más grave: muchos de los que sobrevivieron fueron vendidos como esclavos y el resto tenía prohibida la entrada en Jerusalén, no pudieron volver hasta los tiempos de Constantino, 200 años más tarde.

  Si en materia militar no estuvo a la altura de su predecesor Trajano; política, social y culturalmente, fue uno de los grandes emperadores de Roma, a la altura de Octavio Augusto. El trato del Senado con Adriano no fue tan cordial como había sido con sus antecesores, las formas republicanas del pasado estaban tomando otro carácter. Escogió, Adriano, de entre sus más fieles caballeros el “consilium privatum”, creando una especie de cancillería, un “consejo de ministros”: estos elaboraban las leyes y el Senado las sancionaba; lógicamente, los senadores no veían con buenos ojos este proceder, la magistratura senatorial republicana estaba perdiendo protagonismo. Algunos de estos miembros, consilium principis, acompañaron al Emperador en sus largos recorridos por el vasto territorio, fielmente había una comunicación entre los viajeros y los que se quedaban en Roma, de esta forma el gobierno estaban controlado por la Cancillería Imperial.

 De los 21 años que estuvo al frente del Imperio (117-138), 14 los dedicó a viajar por el amplio reino, era un estudioso y un intelectual, quería conocer los entresijos de todos los pueblos, sentirse cerca de los ciudadanos, “el Emperador viajero”. Por el 121 marchó a la Galia y a Germania, donde estudió las costumbres de los indígenas y reorganizó las fortificaciones. De ahí pasó a Britania para inspeccionar la Muralla de Adriano, a continuación por Hispania (en Tarraco pasó el invierno 122-123) y África. El próximo destino fue el Este, las relaciones con los partos se estaban deteriorando, hacía falta mano diplomática. En 125 acudió a su queridísima Grecia donde permaneció hasta 127, este mismo año regresó a Italia, haciendo un recorrido por toda la Península; nuevamente volvió a Grecia hasta 131. De allí fue a Alejandría y luego a Oriente, donde había estallado la tercera guerra Judeo-Romana. Finalizada la contienda con los judíos, aquejado de sus dolencias, y melancólico por la pérdida de Antinoo, regresó a Roma.

Antinoo, amante de Adriano

  El Emperador Adriano, en 123, en uno de sus viajes había conocido a Antinoo, un joven griego nacido en Bitinia, la personificación de la belleza, un muchacho de 14 años, culto, magnífico cazador (afición que compartía con Adriano) y gran atleta. En los siguientes 8 años no se separó de él un instante, teniéndolo como amante y pupilo. En nuestros días habría sido un caso claro de pederastia, pero en aquellos tiempos tener como protegido en la educación y en lo erótico a un niño, era algo “normal”.

   En Octubre de 131 apareció flotando por el Nilo el cadáver de Antinoo, nunca se supo si fue un suicidio, un asesinato o un accidente. Adriano lloró su muerte como si le hubieran quitado parte de su vida, su carácter afable y confiado ya no volvió a ser el mismo.

 En materia social continuó con las políticas de Nerva y Trajano, incluso aumentó la protección a los niños no reconocidos por sus padres, obligándolos a que recibieran una parte de la herencia. Descentralizó en gran medida el sistema judicial dando más protagonismo a las provincias. Elaboró nuevas leyes para la recaudación impuestos, haciéndolos más equitativos, pagaban más los que más tenían; por otro lado, las fortunas de las personas ejecutadas iban a parar al erario público, anteriormente eran para el Emperador. Pero la ley más importante, fue la relativa a los esclavos: se prohibía el maltrato desenfrenado y, por supuesto, la ejecución; hizo suprimir los ergástulos, una especie de crueles mazmorras para esclavos.

  Gran amante de la cultura y la arquitectura, hizo concesiones económicas a los griegos para la reforma de viejos edificios, fundó nuevas ciudades, restauró el Panteón de Agripa, etc. Pero su gran pasión era la literatura, las obras de los griegos Plutarco, Arriano y los clásicos; hasta el mismo hizo sus pinitos en la escritura. Ya en su lecho de muerte nos dejó esta pequeña obra maestra: “Amable y huidiza pequeña alma, huésped y compañera de mi cuerpo, ¿dónde irás ahora, pálida, fría y desnuda, y sin inspirar, como antes, alegría?”

   Los últimos años de su vida, con una débil salud,  los pasó retirado en  Baia (Golfo de Nápoles), donde murió el 10 de Julio de 138. Previamente había adoptado para la sucesión a un hombre de la calidad de Nerva, posiblemente el más humanitario de los emperadores de Roma: Antonino Pío.

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©TruttaFario __ COMPLVTVM, IV – IX – MMXI
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Fuentes:
Theodor Mommsen, Edward Gibbon, Francisco Bertolini, Isaac Asimov.
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