………Viriato y Quinto Servilio Cepión………. ¿Roma no paga a traidores?

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    «Viriato era un pastor lusitano que se sublevó contra los romanos a causa de los malos tratos que éstos daban a los españoles. Peleaba en forma de guerrillas, y murió asesinado por tres de sus capitanes.»
   A continuación la enciclopedia y libros de texto, con gran ardor patrio, nos detallan algunos hechos y lo que pudieron ser imaginarias conversaciones entre el líder lusitano, Viriato, sus capitanes y hombres de confianza, Audax, Ditalco y Minuro y uno de los militares enviados por Roma para someter a los insurgentes de la Hispania Lusitania: Quinto Servilio Cepión.
Viriato (dirigiéndose a Audax, Ditalco y Minuro) –Id al campamento romano y decid a su jefe Cepión que estoy dispuesto a firmar la paz. La guerra no es buena para nadie-.
Ditalco, el portavoz de los tres (dirigiéndose a Cepión) – Nuestro jefe Viriato nos envía a proponerle la paz. ¿Cuál es su contestación?-
CepiónRoma acepta. Pero esta es la condición: volved a vuestro campamento y eliminad a vuestro jefe. Muerto Viriato, la paz se firmará y vosotros recibiréis 1000 monedas de oro cada uno-.
Audax, Ditalco y Minuro (después del magnicidio) – Señor, hemos cumplido nuestro trabajo. Cumplid vuestra palabra y dadnos nuestra recompensa-.
Cepión – ¡Echad a estos perros de mi tienda! Roma no paga a traidores-.

  Después de leer este improbable diálogo, tres cosas quedaban claras: Cepión era un opresor sin escrúpulos, un político castrense que sabía vender muy bien los valores romanos y los fundamentos de la potencia militar y cultural del momento, un taimado, sagaz y pícaro representante de Roma; los lugartenientes de Viriato, unos individuos hartos de pelear en una guerra que sabían perdida, frágiles y codiciosos, con una nociva lealtad; y Viriato, el símbolo inquebrantable de la audacia y el coraje hispano, un hombre que en su juventud fue pastor, continuó su carrera como bandido (así lo describen varios de los narradores de la antigüedad) y terminó siendo el caudillo de la rebelión contra Roma: la personificación de la lealtad y el patriotismo.

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   La semblanza de Viriato es una mezcla de historia, transmitida de manera oral, y gran parte de leyenda. La fecha de nacimiento se emplaza alrededor del año 180 AC y su muerte, asesinado mientras dormía, en 139 AC, 41 años.
Las primeras referencias que hay acerca de Viriato datan del 150 AC. Aniquilado Anibal Barca, el líder de la República de Cartago, el propósito de Roma fue el de ocupar toda la Península Ibérica; hasta entonces los dominios romanos en Iberia se limitaban a la Hispania Citerior (el litoral mediterráneo y el Valle del Ebro con capital en Tarraco) y la Hispania Ulterior (el Valle del Guadalquivir con capital en Corduba). El resto de la Península era un conglomerado de pueblos (astures, vascones, cántabros, galaicos, vaceos, lusitanos, vetones, celtíberos, carpetanos, túrdulos, oretanos, turdetanos…) sin un estatus político ni militar definido. En realidad estas poblaciones estaban subdividas en tribus dedicadas a la agricultura y, en muchos casos, seminómadas ocupados en el pastoreo; la organización política y administrativa estaba a cargo de líderes guerreros, un sistema jerárquico en el que los jefes ejercían como reyezuelos.
Ante esta tesitura la anexión de toda la Península para la República Romana, aparentemente, no suponía un escollo excesivo, sobre todo, después del flamante triunfo ante los cartagineses.

   Las incursiones romanas por el centro de la Península comenzaron a finales del siglo III AC. En 206 AC, el General Publio Cornelio Escipión «el Africano» terminó con los últimos reductos cartagineses en Hispania. Antes de retirarse a Italia y preparar las expediciones contra Aníbal y la poderosa Cartago, Escipión dejó en la Península, a modo de jubilación, multitud de veteranos soldados para que se establecieran y procrearan con esclavas hispanas, sobre todo en la zona Ulterior. Durante varias décadas éste procedimiento, muy propio de colonizadores, dio buenos resultados, de hecho en más de 25 años no hubo conflictos que resaltar entre lugareños y colonos. En este tiempo todo se redujo a pequeñas escaramuzas entre romanos, celtíberos (que luego fueron aliados de Roma), vetones y lusitanos: los exploradores romanos cada vez avanzaban más por el interior de la Península en busca de materia prima y lugares apropiados para repoblar. Fueron estas batidas lo que exasperó el sentido nacionalista de los nativos.

  En el año 155/154 AC, el líder lusitano Púnico reclutó un ejército al que se le unieron celtíberos, vetones, carpetanos y oretanos; estas milicias se lanzaron por sorpresa, a finales del año 154 AC, sobre las provincias romanas (Citerior y Ulterior) llegando hasta Cartago Nova donde se encontraban los dos cónsules designados por Roma. La matanza perpetrada por los hispanos, en la que pereció el propio Púnico, debió ser estremecedora, entre 6000 u 8000 romanos, incluidos los dos cónsules: Quinto Opimio y Postumio Albino.
El vacío de poder militar hizo que el Senado de Roma nombrara dos nuevos cónsules,  Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mumio Acaico, con dos meses y medio de antelación; el precepto romano era cambiar los cónsules el 15 de marzo, el mandato era por un año, en este caso la investidura fue el primero de enero de 153 AC. Esta fecha, aunque no sea histórica, es significativa: desde entonces el comienzo del año se trasladó al uno de enero y, también, porque puede considerarse esta fecha como el origen de la guerra abierta entre Roma y la Hispania Lusitania.

  Los dos cónsules romanos se repartieron el frente de batalla, Mumio Acaico se ocuparía de la zona Ulterior y Fulvio Nobilor de la Citerior. El resultado fue dispar: Mumio, un militar despiadado y cruel, consiguió victorias haciendo retroceder a los hispanos y masacrando poblados  por donde pasaba, pero en este acelerado avance se olvidó de dar descanso a las legiones que ya estaban extenuadas, situación que aprovechó el nuevo líder lusitano, Caesarus, para infligir una sonada derrota a los romanos. Roma se vio en la obligación de enviar refuerzos para que Mumio Acaico continuara con su escalada de ocupación, pero estaban, los romanos, demasiado abatidos por el fracaso y decidieron acuartelarse en la ribera del Guadiana esperando que las legiones del otro Cónsul, Fulvio Nobilor, frenara el enardecimiento de los sublevados. El descalabro de las huestes de Nobilor fue sobrecogedor, lusitanos y vaceos, con la ayuda de arévacos derrotaron hasta en dos ocasiones (Segeda y Numancia) al organizado ejército romano.
El desgaste de las legiones romanas había sobrepasado todas las expectativas, por ello, el Senado sustituyó al incompetente Quinto Fulvio Nobilor por un militar bregado y buen negociador: Marco Claudio Marcelo. Este nuevo Cónsul, con el fin de ganar tiempo, pactó una tregua con los arévacos. El aplazamiento de las hostilidades dio el resultado que Roma pretendía: reorganizar las desmoralizadas legiones y dar un falso aliento de paz a los hispanos, Marcelo había conseguido su misión.
En el 151 AC, dos enérgicos militares tomaron las riendas de la guerra en Hispania: el Cónsul Lucio Licinio Lúculo y el Pretor Servio Sulpicio Galba. Lúculo sorteó a arévacos y se lanzó sobre vaceos, celtíberos y vetones dejando aislados a los únicos que podían causarle problemas; después de una exagerada masacre estos pueblos pasaron a ser tributarios de Roma.
Los éxitos de Licinio Lúculo en la Hispania Citerior eran la antítesis de Servio Sulpicio Galba en la zona Ulterior que no paraba de sufrir derrota tras derrota de los agresivos lusitanos. En el invierno del año 150 AC, las legiones de Galba se acuartelaron cerca de la actual Medellín (Badajoz) esperando el apoyo del triunfante Lúculo. Las legiones consulares de Lúculo se unieron a las del Pretor Galba y, ahora si, los romanos empezaron a someter a los hispanos de la Lusitania; ante el avance del poderoso ejército de Roma varias tribus se rindieron sin oponer resistencia y, sobre todo, por la insidiosa promesa de Galba de proporcionarles paz y mejores zonas para el cultivo. El Pretor no solo no cumplió su compromiso sino que, como rencoroso castigo, hizo pasar por las armas a miles de indefensos aldeanos; de esta escabechina se salvaron grupos de jóvenes que lograron huir a las montañas, entre ellos se encontraba un bregado pastor llamado Viriato. El comportamiento de Servio Sulpicio Galba (no confundir con el Emperador del mismo nombre, año 68 DC) no fue bien visto en Roma, de hecho, algunos senadores lo invitaron para que diera cuentas del genocidio, pero la pujanza y el poder económico de la «gens Sulpicius» evitó que Galba compareciera en el Senado; años después se convirtió en Cónsul de la República Romana.

  Posiblemente nunca pensó Viriato que, tras su huida de la carnicería organizada por Galba, se iba a convertir en uno de los mayores quebraderos de cabeza de Roma en su dilatada historia desde que se instauró la República. Aunque en un principio no era intención de estos refugiados hacer frente a Roma pronto se dieron cuenta que podían ser un grupo de resistencia importante, reunían todas las condiciones: conocían el territorio mejor que nadie, eran recios cazadores, excelentes jinetes y contaban con un hombre con capacidad de liderazgo. En menos de un año la pequeña partida de exiliados se había convertido en un organizado ejército de más de 5.000 hombres que no paraban de importunar a las legiones romanas a base de escaramuzas.
El primer personaje importante en sufrir los infortunios de Viriato fue el Procónsul Cayo Vetilio: el General romano dispuso, sin saber la cantidad de hombres que lo componían, terminar con los rebeldes esparcidos por los montes, para ello comenzó con un asedio para obligarlos a rendirse cuando la hambruna empezara a hacer mella; aquí Viriato utilizó un sistema de combate desconocido por los romanos hasta entonces: «la guerra de guerrillas». El caudillo lusitano hizo bajar pequeñas guarniciones por distintos senderos, cuando Vetilio fue a su encuentro pensando que eran el grueso del ejército Viriato atacó con la caballería la retaguardia romana, la victoria del lusitano fue total haciendo prisionero, para luego ejecutarlo, al jefe romano Cayo Vetilio. Ante la noticia de la hecatombe sufrida por los romanos, el Cónsul de la Hispania Citerior Quinto Cecilio Metelo Macedónico envió una tropa de 5000 hombres formada por romanos y mercenarios, y también fueron derrotados. Desde ese momento Viriato se convirtió en el líder indiscutible de la Lusitania, a su abultado ejército se le unieron gentes de otras tribus: celtas, vaceos, oretanos, vetones…queriendo nombrarle dictador de Hispania, pero él declinó el ofrecimiento, no era partidario de insignias ni títulos, comía con sus hombres y participaba del botín extraído a los romanos como uno más; cuenta una fábula que el día de su boda, nada más unirse en matrimonio y sin probar manjar alguno, subió a su esposa a caballo y marchó a las montañas con su gente. Al fracaso de Cayo Vetilio y Cecilio Metelo, por someter a Viriato, se le sumaron el del Pretor Cayo Plaucio que fue desterrado y despojado de sus honores militares, el Pretor de la Hispania Citerior Claudio Unimano y el General Cayo Nigidio, también fueron derrotados. Después de seis años de contienda, el asunto Hispano sonaba a vergüenza en Roma.

  En el 142 AC, el Senado encomendó la misión de la Lusitania al Cónsul Quinto Fabio Máximo Serviliano, miembro por adopción del linaje de los «escipiones». Serviliano penetró en Lusitania al frente de una tropa compuesta por dos legiones y algunos elefantes, después de salir victorioso en unas cuantas batallas, en las que su ejército quedó bastante diezmado, hubo de retirarse a zona romana sin conseguir su propósito: apresar a Viriato; en esta ocasión las huestes hispanas tampoco salieron bien paradas, muchos de los milicianos perecieron y otros decidieron abandonar las armas y regresar a sus poblados, la guerra por la emancipación se antojaba interminable.
En 141 AC Máximo Serviliano obtuvo una prórroga en el consulado. El Cónsul romano tomó la iniciativa y logró atraer a Viriato a zonas más propicias para el combate, terrenos descampados, la guerra contra los lusitanos se estaba desnivelando a favor de Roma; Serviliano, copiando las ideas del perverso Galba, martirizó de manera inhumana a los prisioneros cortando las manos a unos y ejecutando a los cabecillas capturados. Pero no todo fueron parabienes para Serviliano, los romanos ebrios por el éxito pensaron que Viriato no tendría capacidad para reaccionar, grave error. El luso dividió sus huestes en varios frentes atacando el campamento romano y haciéndolos retroceder a sitios escarpados, allí Viriato cosechó un gran triunfo para después castigar a los romanos como ellos habían hecho con su pueblo. Serviliano, con unas legiones muy mermadas, tuvo que pactar un acuerdo con Viriato reconociendo la Lusitania y su soberanía; este concierto fue entendido en Roma como una humillación, hasta tal punto, que el Cónsul Serviliano fue considerado un traidor.

  Al año siguiente (140 AC) el sucesor consular de Serviliano fue su hermano carnal: Quinto Servilio Cepión. El Senado Romano autorizó a Cepión a continuar la guerra en Lusitania contra Viriato, incluso le permitió intrigar con procedimientos secretos impropios de la dignidad de un Cónsul romano.
Servilio Cepión no era, seguramente, un militar exquisito, pero si, un político astuto. Cepión maquinó una nueva estrategia para derrotar a Viriato, en lugar de enfrentarse a él penetrando por el Sur donde las fuerzas hispanas estaban más intactas, lo hizo por la Citerior donde celtíberos, vaceos, vetones y galáicos, ya habían sido muy debilitados por Fulvio Nobilor, Cecilio Metelo y Serviliano. Después de algunas victorias romanas, Cepión penetró en Lusitania; antes de continuar el avance propuso a Viriato una nueva transacción, una negociación en la que Roma podría reconocer al caudillo como Rey de Lusitania a cambio de cierta pleitesía, una argucia semejante a la utilizada un siglo después con Herodes el Grande en Judea…un Rey títere.
Al campamento romano acudieron, en representación de Viriato, tres de los más leales oficiales: Audax, Ditalco y Minuro. El marrullero Cepión, apreciando el cansancio y la debilidad de los capitanes, les ofreció asilo, buenas tierras para ellos y sus familias y una ingente cantidad de oro a cambio de la muerte de Viriato; muy grande debió ser la oferta a los infieles para que aceptaran o porque entendieron que la única manera de terminar con las hostilidades era eliminando al cabecilla o, tal vez, por ambas cosas. Sea como fuere, nada más regresar a su campamento comentaron que las negociaciones habían sido fructíferas y por noche, mientras Viriato dormía, lo asesinaron a cuchilladas, era el año 139 AC. Los regicidas desaparecieron sin dejar rastro.
Los lusitanos honraron con festejos la muerte de su líder. Pasadas las exequias nombraron un nuevo jefe: Tántalo, pero este hombre no tenía el ingenio ni transmitía el talento de liderazgo de su antecesor; en la primera tentativa por continuar contra Roma, fracasó, fue derrotado y capturado. Un año después de la muerte de Viriato toda Hispania, exceptuando astures, cántabros, vascones y algunos reductos del interior, formaba parte de las provincias romanas Citerior y Ulterior.
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  Hay evidencias escritas de la antigüedad en las que relatan que Viriato tuvo en jaque a las legiones romanas durante diez u once años, lo que no está tan claro es que fuera, originalmente, un simple pastor, su destreza a la hora de controlar un ejército de más de 10.000 hombres es más propio de un bandolero o un mercenario, así, al menos, lo describe Tito Livio (siglo I AC). Queda patente que el líder lusitano fue asesinado en su tienda por unos traidores, según los eruditos, pero del premio por la vileza nunca se supo. La fábula cuenta que cuando acudieron a cobrar la recompensa fueron humillados y ejecutados por orden del Cónsul Cepión, aunque acerca de esto no hay referencias documentadas de la época; también pudo ser, según el historiador Apiano (siglo II DC) que Quinto Servilio Cepión cumpliera su parte del trato y despachara a los infames súbditos de Viriato con las faltriqueras llenas de oro.
La leyenda «Roma no paga a traidores», supuestamente dicha por Cepión, es un apócrifo, esta frase se empezó a utilizar bastante tiempo después con el fin de demostrar el honor romano y, también, para exhibir el respeto que, aún siendo su enemigo, les mereció Viriato.

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©TruttaFario______El Arenal, XXII – VII – MMXVIII
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2 comentarios el “………Viriato y Quinto Servilio Cepión………. ¿Roma no paga a traidores?

  1. A dice:

    mientras que se habla correctamente de galos y britanos, es divertido y significativo observar la cantidad de veces que se encuentra uno hoy en día en las webs de supuestos eruditos historiadores la palabra español para los habitantes de la península ibérica…

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  2. Naykara dice:

    Da gusto leerte , muy bien narrado.

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