El agua cantarina de la Fuente el Llano

written by Carlos Cortázar Vinuesa

=========================================================

Carlos Cortázar Vinuesa

  Desde que en 1903 se construyó, la actual Fuente del Llano ha sido testigo de numerosas andanzas, aventuras, amoríos  y cuentos que escuchaba a las vecinas mientras llenaban sus cántaros y a los vecinos que llenaban sus calabazas camino de los huertos cuando paraban a refrescarse y a que bebiesen sus caballerías.

¡PERO NO!, NO PENSÉIS QUE ELLA HA PERMANECIDO CALLADA.

  Respetando la intimidad de sus locuaces visitantes y no rompiendo la confidencialidad de sus conversaciones, trasmite mucha inspiración a quien la frecuenta y su chorro de agua fresca y cantarina evoca muchas historias y leyendas.

¡ESCUCHAD! ¡ESCUCHAD! Y OID LA HISTORIA QUE ESTA AGUA CANTARINA Y “CONTARINA” NOS VA RELATAR:

  Era por los años cuarenta cuando una moza, vecina del Llano y de nombre María, mientras estaba llenando su cántaro oyendo los mágicos ecos que el agua cantarina producía en el interior del barro, se le aproximó un arriero con su mula parda que más bien le pareció un doncel que majestuoso llevaba a abrevar a su corcel.

  Al cruzar sus miradas un escalofrío recorrió su cuerpo apremiándola a bajar su mirada a la boca cantora de la vasija, impidiendo levantar sus ojos las palabras de aquel que le decía: “Hermosas mozas hay en el barrio arriba, voy a tener que pasar más por la Fuente del Llano”. Inmediatamente, al variar las notas musicales del eco al llenarse el cántaro, ella se apresuró a regresar a su cercana casa, azorada aún por la impresión recibida. Al caer el día, en el silencio de la noche, escuchó el murmullo de esa agua cantarina que le evocaba el momento más extraño y seductor que jamás había vivido y pensó en ese joven que de tal manera la turbaba.

  Durante los días siguientes con las amigas alrededor de la fuente, en las confluencias pactadas con la excusa de proveer agua a las casas, se informó de quien era aquel buen mozo. Vivía cerca de la iglesia y, habiendo enfermado su padre, al ser el varón mayor de su familia, se dedicaba con su mula a arrastrar madera y a vender, al otro lado de la sierra, fruta y algo de estraperlo como harina y aceite.

  Juan, que así se llamaba, varío todas sus rutas hacia la calle Ávila para encontrarse con María, lo que consiguió en menos de una semana, osando invitarla al baile de los domingos. Pero ella le contestó que aún era muy joven y no podría acompañarlo aunque sí que podían acordar coincidir en la fuente cuando Juan regresaba de sus obligaciones.

  El agua cantarina, cual orquesta sinfónica, les amenizaba sus breves encuentros que iban acrecentando su atracción y cariño.

  Pero un frío día de otoño, sin aviso, Juan no acudió a su cita. Y al día siguiente tampoco. El dulce sonido del agua cantarina se tornó frío, distante y angustioso. La sierra se había puesto blanca por una silenciosa e inesperada nevada que podía haber sorprendido a los que cruzaban la Centenera.

  La música melancólica del chorro acompañó esas largas noches a María que no conciliaba el sueño. Una mañana escucho un sonido de percusión que le atravesó lo más hondo de su corazón, las pisadas de herradura de una mula que subía por la calleja en torno a su casa. Era la de Juan. Vivía y estaba allí, la nevada les sorprendió coronando el Puerto del Pico y apretando el paso llegaron a las Cuevas donde permanecieron aislados dos largos días.

  A raíz de aquel suceso formalizaron su relación, Juan “entró en casa”.

  Después de que él “cumpliera con la patria” durante dos años y medio, llegó la cita ansiada por ambos. Se casaron y solo una cosa producía morriña en María: tener que alejarse del agua cantarina de su fuente.

  Los frutos de su matrimonio vinieron pronto y seguidos. Cuatro hijas y dos hijos llenaron las estancias de su casa alejada de la Fuente del Llano.

  Pasado un tiempo, tras comprar “la parte” a los hermanos de María y adquirir su propiedad, el día de San Roque de 1961 en inmediata espera de la quinta hija, regresaron a la casa del Llano, donde nacerían otros cinco más.

  Pocos años después el agua corriente se instaló en las viviendas pero los jarros de agua no dejaron de llenarse en la fuente por los hijos, nietos y bisnietos de la fecunda pareja, experimentando todos ellos la alegría y emoción de su chorro.

  Cuando la vejez alcanzó a María, sus últimos paseos fueron hasta la fuente guiada donde su inmensa fe le marcaba. AL LUGAR DONDE EL AGUA CANTARINA LA LLAMABA.

El Arenal, 22 de agosto de 2017

=========================================================

2 comentarios el “El agua cantarina de la Fuente el Llano

  1. pvinuesa dice:

    Una historia muy bonita y digna de la Fuente El Llano

    Me gusta

  2. MARIANO dice:

    Hola Miguel, buenas tardes:

    No quiero dejar de agradecerte, el que me envíes el texto de los relatos de leyendas. Aunque por YouTube pueda revivirlas, me gusta el tener «el papel», y ya es una buena colección.

    Un abrazo.

    Me gusta

Deja un comentario / Leave a comment /