•  Antium, 15 – Diciembre – 37  ♦♦♦♦  Roma, 9 – Junio – 68.

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    La muerte de Tiberio Claudio Druso -“Claudio“- y proclamación por la Guardia Pretoriana, a instancias de Julia Vipsiana Agripinila, como nuevo Emperador del joven Lucio Domicio Ahenobardo, parecía satisfacer la ambición que tanto anhelaba la, más que probable, inductora del envenenamiento de Claudio: la susodicha Agripinila, madre de Lucio y última esposa del difunto Claudio. En principio, el heredero al Imperio era Tiberio Claudio Británico, el hijo de Claudio y Mesalina, pero cuando murió su padre, era excesivamente inmaduro (14 años). Mientras la hipócrita Agripinila reconfortaba a un desconsolado Británico; el hijo de ésta, Lucio Domicio Ahenobardo -“Nerón“-, entraba en las estancias acompañado de varios guardias y del Prefecto del Pretorio: Sexto Afranio Burro, el tema de la sucesión imperial, quedaba zanjado.

  Lucio Domicio Ahenobardo nació el 15 de Diciembre de 37 en Anzio (Antium), ciudad 50 km. al Sur de Roma, mismo lugar donde había visto la luz su tío, el demente Calígula, 25 años antes; murió en Roma el 9 de Junio de 68 (30.5 años), se suicidó clavándose un puñal en la garganta.

 ”Nerón” era hijo de Julia Vipsiana Agripina (Agripina Menor o Agripinila, una de las hermanas de Calígula), y de Cneo Domicio Ahenobardo. Si Agripinila era la mujer más lujuriosa y embaucadora de la Corte, Cneo Domicio era el hombre más corrupto y mujeriego de Roma. La hermosa Agripinila no tuvo ningún tipo de escrúpulos, estando casada, en mantener relaciones sexuales con Tribunos y Senadores , e incestuosas con su hermano Calígula; cuando murió su primer marido (año 40), volvió a casarse con un rico político y Cónsul: Cayo Pasieno Crispo, hombre que falleció, sospechosamente, envenenado en 46. Por otro lado; Cneo Domicio Ahenobardo, además de ser acusado de adulterio y violación de su hermana, estuvo implicado en varios casos de estafa y malversación de fondos públicos. Como expresó el propio Ahenobardo el día que nació su hijo Lucio: “De este matrimonio con Agripinila, sólo puede salir un monstruo”.

  Cuando Nerón Claudio César Augusto Germánico (nombre imperial) accedió al trono aún no había cumplido los 17 años, por ello, el gobierno del Imperio estuvo tutelado por los dos hombres más importantes del momento: Séneca y Burro. Lucio Anneo Séneca era un filósofo y rico hispano nacido en Córdoba, Pretor y Senador en tiempos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. En época de Claudio fue condenado a muerte por ejercer una “influencia negativa” sobre el Emperador, según Mesalina; pena, que le fue conmutada por un destierro en la isla de Córcega, ostracismo que duró ocho años y en los cuales Séneca hizo su mayor aportación filosofal. Al morir Mesalina, Agripinila, la nueva esposa de Claudio,  convenció al Emperador para que regresara y se hiciera cargo de la educación de su hijo Nerón.

  El otro hombre poderoso durante los primeros años del reinado de Nerón, fue Sexto Afranio Burro, un militar de origen galo que accedió a la prefectura de la Guardia Pretoriana durante el reinado de Claudio, posiblemente recomendado por Agripinila.

  En la corte seguía viviendo el adolescente Británico, y esto, con el paso de los años podía convertirse en un problema para Nerón. Cuatro meses después de sentarse en el trono, Febrero de 55, cometió su primer asesinato: hizo envenenar a su hermanastro. De cara al Pueblo, murió de un ataque de epilepsia; seguramente, nadie le creyó y es muy probable, que Séneca y Burro se hicieran los distraídos.

  Los primeros años de Nerón al frente del Imperio fueron muy estables, Séneca como consejero, Burro de primer ministro, Agripinila ejerciendo de reina-madre y el Senado cumpliendo con sus atribuciones, la maquinaria imperial estaba engrasada, seguía su curso; la única ocupación de Nerón eran la música y la poesía, de hecho, el Pueblo veía con buenos ojos al joven Emperador, igual que sucediera durante la primera etapa, 18 años antes, del aciago Calígula. Pero Agripinila no se iba a conformar con ser mera figurante, no se había implicado en el asesinato de su marido (Claudio), para ser una comparsa; ambicionaba poder. Las continuas injerencias hicieron cundir la alarma entre los consejeros Séneca y Burro, que instaron a Nerón para que apartara a su madre de los asuntos de Estado.

  Nerón, a los 15 años, se había casado con su cohermana Claudia Octavia (12 años), hija mayor de Claudio y Mesalina; una dulce muchacha, y maleable para los intereses de Agripinila. Los problemas surgieron cuando el Emperador se enamoró perdidamente de Popea Sabina, esposa de Otón, Gobernador de Lusitania: una bellísima y seductora mujer del estilo de la legendaria Cleopatra, lista y engatusadora; dícese que acostumbraba a bañarse en leche de burra para mantener su “eterna juventud”. Este capricho amoroso puso contra las cuerdas a su madre y a su esposa; después de varios intentos: por envenenamiento, por ahogamiento, Agripinila fue acusada de conspiración y decapitada en el año 59. Cuando a Nerón le presentaron  el desnudo cadáver de su madre, expresó: “Nunca pensé que mamá tuviera un cuerpo tan hermoso”; parece ser que Agripinila le había ofrecido sus encantos sexuales en más de una ocasión, el incesto entre algunos miembros de los “claudios” se había convertido en algo natural.

  Habiendo quitado de en medio a su madre, el siguiente obstáculo para unirse a Popea, era su esposa Octavia. Claudia Octavia fue tratada con indiferencia y maltratada por su marido, acusada de esterilidad, adulterio (algo improbable) y de no cumplir con sus obligaciones maritales. El mismo año que fue ejecutada su madre Agripinila, Nerón repudió a su esposa y la desterró a la isla de Pandataria. El jefe de los Pretorianos, Burro, cometió la osadía de ponerse del lado de Octavia, murió envenenado; a continuación la joven esposa (22 años) era asesinada por orden del Emperador. Unos días después del homicidio, Nerón, contrajo matrimonio (año 62) con Popea Sabina; el tiempo del Senado y del consejero Séneca tocaba a su fin.

  Mientras vivieron Agripinila y Octavia, el hombre fuerte del gobierno era Séneca; al instalarse Popea como Emperatriz, Nerón se convirtió en un fantoche manipulado por la bella matrona. A esto, hay que sumarle el cambio en la jefatura del Pretorio: Cayo Ofonio Tigelino, un pretoriano que se hizo famoso por su deslealtad y crueldad, consentido de Popea, enemigo de Séneca y de las instituciones republicanas.

  En Julio de 64 se produjo en Roma el ominoso acontecimiento por el cual más se recordará a Nerón, el incendio de la ciudad. Se encontraba el Emperador en su villa de Antium, cuando recibió la noticia de que una deflagración estaba asolando Roma; el fuego se había iniciado en las zonas más humildes de la ciudad: casetas de madera, carpinterías, almacenes de aceite… Para sorpresa de todos, allí acudió Nerón, dando muestras de inquietud y ofreciendo refugio a las clases más desfavorecidas que habían perdido sus inmuebles; de esta forma, eliminaba las dudas de que él estuviera implicado en el desastre. Lo más curioso, es que mientras Roma se consumía por las llamas (durante 6 días y al menos un tercio de la ciudad), Nerón cantaba y tocaba la lira. En más de una ocasión había comentado que quería reconstruir Roma, con magníficas calzadas y lujosos palacios.

  Pasado el siniestro, había que buscar un chivo expiatorio; de eso se ocuparon el Prefecto Tigelino y la Emperatriz Popea, influyendo sobre Nerón para que diera un castigo ejemplar a los “culpables”. Desde tiempos de Tiberio había surgido una nueva religión, una filosofía que se propagaba como la pólvora, sobre todo, entre las clases más sencillas: el Cristianismo, una doctrina nacida en Judea y predicada por Jesús el Galileo, basada en el amor al prójimo y con un sólo Dios; esto era algo que a los romanos les resultaba muy complicado se entender, ellos estaban acostumbrados a adorar a los dioses según las necesidades: para la guerra, para el amor, para las cosechas, divinidades que, incluso, podían equivocarse; la excesiva humildad y la arrogancia de un Dios infalible, les molestaba. Nerón lo tenía fácil, los cristianos serían los convictos. Muchos fueron los muertos: asesinados, decapitados, en la arena del circo; la forma más cruel, los crucificados y embadurnados de resina, prendiéndoles fuego como antorchas humanas. Tres años más tarde fueron ejecutados los cabecillas, los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso; Nerón había convertido a los seguidores de El Nazareno en los enemigos políticos de Roma, algo así, como los demócratas en una dictadura.

  Pero estar al lado de un demente tirano no beneficia a nadie, ni siquiera Popea estaba libre de las locuras de Nerón. Muy pronto, Nerón, comenzó a echar de menos a su madre y a su esposa, tenía pesadillas y pasaba noches en vela lamentándose por sus crímenes; las relaciones con Popea se tornaron agrias y mordaces. En 65, tres años después del casamiento, en un acalorado arrebato, fruto de la demencia y el vino, asestó una terrible patada en el vientre de Popea, causándole el aborto de su segundo embarazo (ya había tenido una niña, Claudia Augusta, que murió al poco de nacer) y muerte de la misma. Al poco tiempo de fallecer Popea, contrajo terceras nupcias con Estatilia Mesalina, noble romana emparentada con los claudios, una de las pocas personas del entorno que sobrevivió al déspota; pasó prácticamente inadvertida.

  Tantas atrocidades, dieron origen a una conspiración para eliminar al enajenado y poner en su lugar un estadista de prestigio: Cayo Calpurnio Pisón, político, senador, hombre locuaz y poeta. La intriga estaba organizada por miembros del Senado, algunos pretorianos y, seguramente, personas cercanas a Nerón. Debido a la lentitud, el complot fue descubierto, o bien, alguien informó al Emperador; todos los implicados y simpatizantes fueron ejecutados, excepto aquellos que, por honor, eligieron el suicidio. Entre los que escogieron una muerte digna se encontraban: el propio Pisón, el prosista Petronio (autor de El Satiricón), el filósofo Séneca, el poeta Lucano (pariente de Séneca)…

Los problemas para el Emperador se multiplicaban: sin la protección de su odiada madre, sin una esposa que tomara decisiones, sin los consejos de un sabio, sin el leal apoyo del jefe del Pretorio y, con la total desconfianza del Senado; Nerón estaba solo. Para colmo, en 67, hizo suicidarse a uno de sus mejores generales: Cneo Domicio Corbulón, hombre que había prestado muy buenos servicios al Imperio; este asesinato hizo irradiar la inquietud entre los gobernadores de las provincias, una cosa era ejecutar a senadores y elementos de la Corte, y otra, aniquilar a los hombres que mantenían vivo el Imperio. Nerón, para combatir tanta soledad, decidió hacer un viaje por Grecia exhibiendo sus “dotes” de artista; mientras, los jefes más importantes del Imperio, organizaban la rebelión: Cayo Julio Vindex (Gobernador de Galia Lugdunense), Servio Sulpicio Galba (Gobernador de Tarraconense), Marco Salvio Otón (Gobernador de Lusitania); los poderosos generales sabían que el título de Emperador no era hereditario, cualquiera, con el apoyo de las legiones y del Senado, podía optar al mismo. Cuando Nerón se enteró del motín acudió presurosamente a Roma, pero ya era tarde, las legiones habían proclamado Emperador a Galba; además, contaba con el respaldo de los Prefectos de la Guardia Pretoriana (Tigelino y Sabino). El Senado aceptó al nuevo Imperator y, declaró a Nerón enemigo público, estaba sentenciado. El déspota quería morir envenenado, pero le faltó valor para beber; se puso el puñal en la garganta obligando a su esclavo a que empujara. Con la muerte de Nerón, 9 de Junio de 68, finaliza el reinado de la Dinastía Julio-Claudia; hasta la llegada de Vespasiano (Diciembre de 69), Roma viviría su primera guerra civil de la época imperial: El Año de los Cuatro Emperadores.

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Fuentes:
Indro Montanelli, Isaac Asimov, Ernst Bickel, Francesco Bertolini.
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